PLEBISCITO, DIVERGENCIAS, SUEÑOS E INCLUSIÓN
Crónica de un
proceso histórico en pro de un nuevo Chile, para todos y todas
Por
Patricio Lara González, en Curepto, 26 de octubre de 2020
En palabras de nuestro querido vecino y profesor, don Danubio Correa Hernández,
la historia viene a ser “una
serie de hechos y procesos realizados por ciudadanos de un lugar dado, donde
aparecen dirigentes que las circunstancias dadas en la comunidad, los hacen
emerger como respuestas a situaciones concretas, pero en definitiva es toda la comunidad la que hace historia,
es protagonista de ella día a día, en una dinámica viva y con proyección a
futuro”[1], cita con la cual no puedo sino estar
más de acuerdo, sobre todo en momentos como el actual, a pocas horas de haberse
vivido el acto electoral –en mi opinión- más importante en Chile desde 1988,
año en que a través de otro plebiscito, el pueblo irrumpió y gatilló
democráticamente, un cambio institucional pleno de sueños y esperanzas.
Sin embargo, el modelo político y
económico vigente, sustentado en su esencia más profunda en la Constitución
Política del Estado, aquella impuesta por la Dictadura en 1980 si bien fue reformada
en múltiples oportunidades, nunca se tocó en tales cambios las bases
ideológicas allí presentes. Todas ellas, responsables de los actuales niveles
de inequidad en materia de salud, educación, pensiones, centralismo y otros,
así como de la concentración de la riqueza en unos pocos, frente a la pobreza
de muchos, así como un nefasto rol subsidiario del Estado que limita su
accionar en favor del mercado y la iniciativa económica privada a ultranza,
postergando los derechos sociales y convirtiéndolos en bienes de consumo.
Tal escenario ha propiciado cientos de
otras diferencias, aceptables y poco importantes para unos, verdaderamente inaguantables
para otros. Así, las clases de ética
para quienes se coluden y dañan a las familias humildes de este país, junto a
multas irrisorias para sus responsables; los perdonazos tributarios a los
grandes propietarios y/o grandes conglomerados empresariales; los abusos en los
precios de los medicamentos; los sueldos millonarios de diputados y senadores,
frente a un sueldo mínimo que sólo asegura la expansión de la miseria; el rol
de las ISAPRES en un contexto de salud de primera y segunda categoría; el rol
de las AFP, que con los ahorros de los trabajadores financian los proyectos de
los mismos dueños de Chile, quienes disfrutan de sus ganancias mientras se
socializan sus pérdidas; la apropiación de los derechos de agua; la repartición
del mar en materia de cuotas de pesca en unas pocas familias; los subsidios
estatales que aseguran la rentabilidad económica de las grandes empresas
forestales que con sus monocultivos, desplazan a la población rural y secan y
matan la tierra; la displicencia con que se aborda la explotación irracional de
los recursos naturales del país, con un grave y muchas veces irreversible daño
ambiental; la intervención y destrucción de los glaciares por parte de
proyectos mineros; la corrupción que se va apoderando de gran parte de nuestras
instituciones; el clientelismo político que busca mantener y replicar en el
tiempo un sistema electoral (en sus distintos niveles) vergonzoso e
insostenible; esa aplicación de justicia
diferente, según sea la condición económica y origen social del imputado; sueldos
distintos para hombres y mujeres; invisibilidad e irrespeto hacia nuestros
pueblos originarios; y tantos otros ejemplos.
Una muy querida amiga –también cureptana-
se preguntaba poco antes del Plebiscito, ¿por qué Chile está tan “patas para
arriba”?, aludiendo a las jornadas de protestas (con y sin violencia) que
estaban aconteciendo en el país. Yo,
desde esta esta crónica, me atrevería a responderle que fue precisamente por
esto, por esa desigualdad evidente, por los abusos y por la injusticia. No fue sólo por los treinta pesos del alza de
los pasajes del metro en Santiago, que terminaron gatillando el despertar y
estallido social del 18 de octubre de 2019 ni sólo porque nos mandaran a
levantarnos más temprano para llegar a tiempo a nuestros trabajos ni sólo
porque nos sugirieran que aprovecháramos los tiempos de espera en las filas de
los consultorios, para hacer vida social.
Fue por la sumatoria de todo aquello; fue porque se estiró el elástico
hasta más no poder; porque se maximizó la rentabilidad económica hasta ahogar
al pueblo y a la llamada “clase media”, hasta reventarlos en deudas, en empleo
precario, en hacinamiento, en hambre.
Es desde este muy breve y sin duda
todavía incompleto análisis, que es posible explicar lo que ocurrió el reciente
25 de octubre; una fecha verdaderamente histórica, por lo que ella implica en
sí mismo, para nuestro país y donde un 78% del electorado se manifestó a favor
de la redacción de una nueva Constitución Política para Chile, frente a casi un
22% que optó por un rechazo al citado cambio constitucional. Y, donde por un porcentaje todavía mayor, la
Convención Constitucional, se levantó como la opción de órgano responsable de
su redacción, lográndose asegurar con ello, por primera vez en el mundo, que
una Constitución Política sea redactada con paridad de género.
¿Cuáles son mis aprensiones hoy?. Que la
clase política no haya entendido el mensaje dado abrumadoramente por el pueblo
y quiera cooptar y apoderarse de un proceso que desde su origen fue ciudadano. Esto, pues el sistema de elección de los
futuros “constituyentes”, es prácticamente el mismo que aquel mecanismo con el
cual se elige periódicamente a los diputados, con algunas pequeñas
correcciones, pero que de igual modo impide –o al menos dificulta una enormidad-
un acceso igualitario para los independientes y representantes de esa
ciudadanía, que no quiere -y así lo expresó en este plebiscito- ser
representada por los políticos de siempre.
Esa es la discusión que viene, es decir, el cómo se garantizará el
acceso de independientes y de representantes de los distintos pueblos
originarios, en el proceso de conformación esta esperada Convención
Constitucional.
¿Qué significa todo esto para
Curepto?. Nuestra comuna no es una
“isla”, en este Chile tremendamente injusto y tremendamente centralizado, donde
el presidencialismo extremo, enquistado y fortalecido en la Constitución de
1980, impide la colegislación, la iniciativa legal ciudadana, la toma de
decisiones relevantes en las propias regiones y comunas de nuestro país, en vez
de Santiago.
En materia de “Centralismo”, sólo
algunos ejemplos: se decide en Santiago el “per cápita” que financia la salud
municipal; se decide en Santiago el financiamiento de la reconstrucción del
Club Social de Curepto, en desmedro de proyectos de servicios higiénicos, para
las juntas de vecinos de Hornillos y/o Rapilermo; se decide en Santiago o
máximo en Talca, el destino de recursos económicos sectoriales dispuestos para
nuestra comuna, por instituciones como el Ministerio de la Mujer, SERCOTEC,
INDAP, Ministerio de Obras Públicas, CONAF y otras; se decide en Santiago si se
construye o no un embalse o un tranque en nuestra comuna; se decide en Santiago
si se asfalta o no un camino rural. Por
cierto que aquí se requiere un cambio constitucional, que promueva la
descentralización efectiva y la instauración de verdaderos Gobiernos Comunales
(hoy los municipios son meras Administraciones Comunales, con cierta autonomía,
pero con poder de decisión limitado).
En materia de agua para consumo humano,
también hay mucho qué decir. Primero que
todo, revisar qué pasa con los derechos de agua en comunas como la nuestra,
actualmente en propiedad, por ejemplo, de grandes empresas forestales, dueños
de fundos, Aguas Nuevo Sur y otros, y cómo ello afecta en ciertos territorios,
la posibilidad de desarrollar y/o mejorar sistemas de Agua Potable Rural
(APRs). O como el monocultivo de pinos y
eucaliptus, subsidiados por el Estado y sin ninguna fiscalización, junto a la
escasez hídrica actual, terminan dañando las cuencas hidrográficas y napas
subterráneas y, por extensión, impidiendo el acceso al agua, por parte de
nuestras comunidades rurales. Esto
también es posible de regular desde una nueva Constitución.
¿Qué pasa con nuestros(as) pensionados(as)
y jubilados?. ¿Permite hoy la Constitución una administración tripartita de los
recursos previsionales de los trabajadores o alguna fórmula siquiera mixta de
sistema previsional?. No, no lo permite, así como tampoco garantiza salud y
educación de calidad y equitativa, para nuestros(as) habitantes ni garantiza la
protección del medio ambiente ni la vida de las personas en territorios libres
contaminación, posibilitando y propiciando la existencia de “zonas de
sacrificio”, destinadas a la industria, minería, energía y otras.
Curepto es la comuna de la Región del
Maule, con el mayor número de personas de origen indígena. ¿Están reconocidos constitucionalmente los
pueblos originarios en Chile?.
Claramente no lo están y esto no sólo afecta al pueblo mapuche y sus
distintas denominaciones, sino que al pueblo Aymara, Colla, Atacameño, Quechua,
Rapa Nui, Yámana, Kawashkar, Diaguita y Chango. Todos ellos invisibilizados por
la Constitución vigente, lo que obstaculiza la posibilidad de generar políticas
públicas adecuadamente focalizadas, así como el reconocimiento de diversos
derechos connaturales.
Finalmente señalar, más allá de los
muchísimos ámbitos de discusión acerca del fondo de lo que estaba “sobre la
mesa” este 25 de octubre y que en una crónica como ésta, resultan imposibles de
abordar en su totalidad, sólo falta recordar a los lectores cuáles son los dos
principales “candados” de la actual Constitución Política del Estado de Chile y
que impiden avanzar vía “reformas”, hacia un cambio del modelo económico y
político que consagra esta carta magna. El primero de ellos está constituido
por los quorum de supra mayoría (dos tercios de los Diputados y/o Senadores en
ejercicio, según corresponda) que necesariamente requiere cualquier cambio
constitucional, sobre aquellos aspectos que sean basales para dicho
Modelo. Es aquí donde un tercio de
los(as) diputados(as)/senadores(as), vale lo mismo que dos tercios de ellos(as)
y, el voto de esa minoría, impide cualquier reforma constitucional
relevante. El segundo candado, por su
parte, está conformado por lo que en la práctica deviene en un “cuarto poder”
del Estado, correspondiente al Tribunal Constitucional, donde si algún proyecto
de Ley o de Reforma afecta al modelo que propicia y defiende esta Constitución,
es declarado inconstitucional por dicho organismo.
Si bien es cierto que en los últimos
treinta años, los distintos gobiernos han optado por administrar y no cambiar
el modelo, también es cierto que cuando se ha intentado alguna reforma
importante, ella se muere antes de nacer, sea porque no se logran los quorum
supra mayoritarios requeridos en el Congreso o bien, porque el Tribunal
Constitucional, impide su materialización.
En este escenario, sin lugar a dudas, una
nueva Constitución Política que se levanta como una opción que fue votada muy mayoritariamente y
sin ningún ejercicio de violencia en este reciente e histórico plebiscito. Ésta
deviene en una gran oportunidad de encuentro en un Chile que es de todos y
todas y nos sólo de unos(as) pocos(as). Es decir, un camino que efectivamente nos
puede conducir a un país más justo, donde todos nuestros sueños y esperanzas,
tengan cabida, porque tal como señalaba don Danubio, es toda la comunidad la que hace
historia, (y) es protagonista de ella
día a día.
Patricio Lara González
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